Close

Vuelve 'La ópera de Vigàta' con el Camilleri más gamberro y canalla

Una de las obras más hilarantes de Camilleri, que arranca carcajadas al tiempo que invita al análisis social.

La ópera de Vigàta traza un fresco magistral de la Sicilia del siglo XIX, con un lenguaje hilarante, irreverente y festivo. La novela parte de un hecho real ocurrido en la isla en 1875: la voluntad del prefecto de inaugurar el teatro de su ciudad con una ópera desconocida, Il Birraio di Preston, hecho que desencadena una serie de intrigas, delitos y tumultos, y una investigación posterior.

«Todos lo conocían como don Ciccio y, por lo demás, él no se oponía a ello, a pesar de que su nombre de pila era Amabile y el apellido Adornato, Amabile Adornato, llamado don Ciccio. Había llegado a Vigàta unos diez años antes de los hechos que ocurrieron en el pueblo por la inauguración del teatro, desde Palermo, donde desempeñaba el oficio de carpintero y se había hecho conocer como un fino artesano.
Al quedar viudo, se había trasladado a Vigàta para estar cerca de su único hijo, Minicuzzo, que era maestro de primaria. Puesto que con su arte en Palermo había hecho bastante dinero, el cual le había permitido dar estudios a Minicuzzo, cuando llegó al pueblo pudo comprar un almacén, una especie de cobertizo donde continuar con su trabajo, y también una casita donde estar solo para no molestar a su hijo, que entretanto se había casado y tenía dos hijos pequeños. Tardó poco y nada en hacerse estimar por su maestría, no sólo en Vigàta, sino también en Montelusa, en Fela y en Sfiacca. De modo que nunca le faltó trabajo.
Don Ciccio tenía una peculiaridad: no sólo había estudiado música, sabía leer el pentagrama, sino que también era capaz de tocar la flauta travesera con la misma maestría con la cual se contaba que sabían tocarla los ángeles cuando el padre eterno les ordenaba que dieran un concertito. Tras hacerse rogar por aquellos que habían descubierto su peculiaridad y capacidad, se había decidido a hacer cada domingo por la tarde dos horas de música para sus pocos amigos verdaderos: el encargado de las admisiones postales, un pescador, el capitán del vapor para Palermo que cada domingo hacía escala precisamente en Vigàta, un aldeano que también sabía tocar la flauta, pero la de caña de los cabreros, y algún otro que, de paso por las inmediaciones del almacén, porque era allí donde don Ciccio celebraba la dominical sonata, tenía ganas de escuchar música.
No había duda de que don Ciccio era una persona que hacía que uno se planteara, si pensaba en ello, algunas preguntas. Sobre todo una: ¿dónde y cómo había aprendido a tocar y a entender tanto de música? Porque no había duda alguna de que en cuestiones de música don Ciccio tenía una gran competencia, muy profunda. Pero él, ante cada pregunta, hacía como la mariquita, que en cuanto la rozas se cierra como una bolita. A lo sumo, si se decidía a abrir la boca, respondía con un monosílabo variable: sí, pero, si, no.» La ópera de Vigàta

Con su ingenio y su maestría verbal, Camilleri urde una tragicomedia costumbrista sobre la sociedad siciliana, aferrada a las formas de vida tradicionales y vitalistas frente a los modelos importados del norte de Europa.

Publicada inicialmente en 1995 y reeditada en múltiples ocasiones, esta novela forma parte del espléndido ciclo narrativo de Andrea Camilleri acerca de la vida cotidiana en la Sicilia decimonónica, un retrato que arranca carcajadas al tiempo que invita al análisis social.

«No todos los escritores tienen una historia que contar. Andrea Camilleri sí.» Babelia, El País

Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925), siciliano de nacimiento, vive desde hace años en Roma, donde es realizador de teatro y televisión y guionista. Ha publicado ensayos sobre el espectáculo, crónicas sobre hechos históricos y diversas novelas, algunas de ellas de género policiaco y otras ambientadas en la Sicilia de finales del siglo XIX. Estas últimas se basan en hechos reales y presentan, a través de una sucesión de acontecimientos llenos de humor y comicidad, la realidad siciliana, que en sus rasgos esenciales es la misma hoy que hace cien años.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *