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J.R. Barat: "España es un país realmente pintoresco"

Entrevista al escritor Juan Ramón Barat por su novela Jaque al emperador

Por Arantxa Carceller

Juan Ramón Barat (Valencia, 1959) regresa a las librerías con la novela histórica Jaque al emperador (Editorial Algaida)un apasionante relato sobre la lucha contra la invasión de las tropas napoleónicas en la primavera de 1808, protagonizada por José Romeu, un hombre sencillo dotado de un valor y una inteligencia táctica excepcionales que, al mando de una partida de combatientes hostigados por la desesperación, logró poner en jaque a todo el ejército napoleónico y alcanzar la dignidad de mito.

Jaque al emperador va más allá del mero relato histórico, a través de una exquisita prosa y brillante trabajo de documentación, que ayuda a revisitar la historia para comprender el presente actual. Al fin y al cabo, las pasiones humanas siguen siendo la misma desde la noche de los tiempos.

¿Por qué la Guerra de Independencia y Romeu?

«La Guerra de la Independencia española contra los franceses ha supuesto una de las páginas más terribles de la historia de nuestro país. Durante seis años, nuestros tatarabuelos se las vieron y se las desearon para combatir y expulsar de nuestro territorio al ejército más poderoso del mundo: la Grande Armée de Napoleón. No conviene olvidar nuestro pasado. Sobre todo para saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde caminamos. Además, este 5 de mayo de 2021 se cumplen doscientos años de la muerte de Napoleón Bonaparte. Creo que el libro es necesario para recordar unos acontecimientos que condicionaron de manera dramática nuestra historia. El hecho de haber escogido a José Romeu como hilo conductor de la novela ha sido un acto de justicia histórica. Romeu, a quien se le conoce como el héroe saguntino, entregó todo lo que poseía: hacienda, familia y vida. Murió con solo 34 años, ahorcado en la plaza del mercado de Valencia por haber puesto en jaque a las tropas napoleónicas durante buena parte de la contienda. Es un personaje mal tratado por la posteridad. ¿Quién lo conoce? ¿Quién recuerda su vida, sus sinsabores y sus hazañas? Espero que la novela sirva, al menos, para rescatar del olvido su memoria y la de aquellos que vivieron y lucharon a su lado.»

  ¿Aún quedan muchos episodios y personajes que reivindicar y sobre los que escribir?

«Así es. En mi anterior novela, titulada 1707, reivindicaba la figura de otro héroe olvidado por la historia: Juan Bautista Basset, que luchó a favor del archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión española, la guerra que sirvió para sentar en el trono español a los borbones. Ahora, en Jaque al emperador, le ha tocado el turno a José Romeu. Pero la historia está llena de personajes fascinantes que nadie recuerda. La huella de muchos de ellos se ha perdido en el tiempo. Y la labor de un escritor de novela histórica debe ser recuperar la memoria del pueblo, de nuestra sociedad. Me vienen a la mente numerosos personajes españoles que están pidiendo a gritos una novela: Blas de Lezo, Juan Crisóstomo Arriaga, Jerónimo de Ayanz, Gustavo Adolfo Bécquer, Álvaro de Bazán, Antonio de Nebrija, Ramón Cabrera, etc. Observemos que entre los citados hay militares, inventores, músicos, poetas, gramáticos, humanistas… Pero solo he citado españoles. Si echamos un vistazo más allá de nuestras fronteras, hallaremos miles de personajes que podrían convertirse en los protagonistas de una buena historia.»

  ¿Romeu, a pesar de quedar velado por la historia en mayúsculas, fue un líder carismático?

«José Romeu fue un líder natural y carismático. La gente lo adoraba. Los militares españoles lo respetaban y los mariscales franceses lo temían y admiraban al mismo tiempo. Era capaz de levantar la moral de un pueblo al borde del K.O. y conseguir que hombres y mujeres, estudiantes y frailes, pastores y campesinos, abandonaran sus hogares y sus trabajos para sumarse a la batalla, cada uno con lo que encontraba a mano: una navaja, una hoz, una horca o un trabuco. La fiebre guerrillera de Romeu se contagiaba enseguida a todos los que lo seguían por barrancos, montañas y desfiladeros, siempre en condiciones desfavorables, a veces inhumanas, para derrotar a un ejército que nos cuadruplicaba en número de efectivos. Hubo otros personajes como Romeu en diversas partes de país durante esta época. La guerra del francés exigía también el concurso de la gente humilde, de los civiles. Los militares no podían hacer frente a Napoleón. Todo español era necesario para combatir. Romeu sabía arengar al pueblo, despertar la fe en la victoria y la esperanza en un país sin invasores. Si sus palabras eran enardecedoras, sus hechos lo eran aún más. Lo he imaginado muchas veces recorriendo el país bajo la lluvia o la nieve, contra el viento, acuchillado por el frío, durmiendo en cerros pelados o en vaguadas, comiendo moras silvestres, madroños, almezas, bebiendo de los arroyos, al frente de una tropa de hombres desesperados, robando horas al sueño, sin desfallecer jamás. Debió de ser un hombre excepcional. Así es como yo lo veo y como yo he querido retratarlo en mi novela.»

   Además, ¿todo un estratega e «inventor» de la guerra de guerrillas?

«Por supuesto. El título Jaque al emperador intenta constatar una evidencia. Romeu tuvo en jaque durante mucho tiempo a los ejércitos napoleónicos en la zona del Levante español. Él operaba militarmente por Castellón, Valencia, Alicante, Teruel, Cuenca y Albacete. Es decir, abarcaba una gran área geográfica. Los hombres lo seguían hasta el infierno, si él se lo pedía. La confianza que todos tenían en él era ciega. Romeu se dio cuenta de que los ejércitos regulares españoles no podían hacer frente a la Grande Armée en campo abierto. Hubiera sido un suicidio. Las fuerzas napoleónicas eran muy superiores y, además, mejor dotadas. La estrategia de Romeu pronto se orientó hacia la guerra de guerrillas. Había que luchar aprovechando el conocimiento del terreno. España es un país abrupto, lleno de montes, cerros escarpados, sierras, barrancos, quebradas… El odio hacia los franceses había prendido pronto en el ánimo de los españoles, así que lo único que había que hacer era encauzar ese odio general y esa orografía en una táctica inteligente que permitiera socavar poco a poco la moral enemiga. Los pastores, los campesinos, los mercaderes, los frailes… todos los habitantes de este país formaban parte de la tropa de Romeu, siempre cambiante, siempre invisible, como si se tratara de un ejército fantasma. Los franceses no sabían cómo acabar con él. Debían de creer que era una sombra. La guerra de guerrillas que Romeu y otros como él inventaron en esta guerra fue necesaria y útil. Los imperiales estaban desconcertados, pues nunca se sentían dueños de nada. Cuando llegaban a un pueblo, encontraban casas incendiadas, pozos envenenados, animales sacrificados, cosechas quemadas… Los españoles lo destruían todo para que los franceses no pudieran comer, ni beber, ni siquiera descansar…»

   Este tipo de novelas, ¿permiten este tipo de homenajes?

«Eso creo. Se trata de libros necesarios. El pueblo tiene que conocer su historia. Hemos de recordar a nuestros antepasados, intentar comprender lo que sucedió, por qué hemos llegado hasta aquí. No olvidemos que la vida es un camino de senderos que se bifurcan continuamente. Las guerras se repiten. Los abusos, los atropellos y la violencia se reproducen continuamente, como un cáncer, y conviene saber lo que ocurrió o lo que pudo haber ocurrido para no cometer los mismos errores. Por desgracia, la mayoría de la gente sufre una terrible amnesia y olvida lo que sucedió ayer. El desconocimiento de nuestro pasado es una de las principales tragedias de nuestra sociedad. Si no sabemos de dónde venimos, ¿cómo vamos a saber a dónde vamos? Hay que homenajear a nuestros héroes, a aquellos que dieron su vida por nosotros. Los libros como Jaque al emperador pretenden subrayar valores como la dignidad, la lealtad y el honor.»

   Romeu luchó contra José Bonaparte y el enemigo francés, pero ¿Fernando VII era la mejor opción?

«En absoluto. Fernando VII fue el peor rey de la historia, y mira que los ha habido malos, perversos, idiotas o retorcidos. No sé por qué la gente se empeña en mantener en el trono a una dinastía de borbones que solo nos han traído quebraderos de cabeza y desgracias. José Bonaparte habría sido mucho más beneficioso para nosotros. Educado en los aires de la Revolución Francesa, en las cortes europeas en las se hablaba de libertad, igualdad, fraternidad, se abogaba por el progreso y la cultura, el hermano de Napoleón, a quien el pueblo conocía como Pepe Botella, hubiera permitido que España saliera de su oscuridad cavernícola ancestral. Pero la violencia de los soldados franceses fue tanta que los españoles se pusieron en contra de José Bonaparte y se aclamaron al joven Fernando VII como legítimo rey de la corona española. Algo lógico. Había que expulsar a los invasores y había que restaurar nuestra monarquía. Fernando VII fue, pues, la gran esperanza de un pueblo que soñaba con un país libre de franceses. Pero Fernando VII era cobarde y cruel, un mal bicho. Hasta su propia madre lo llamó “hijo de puta y mal nacido”. Abolió la Constitución de Cádiz, que era una de las más modernas y progresistas del mundo en aquel momento, trajo de nuevo el absolutismo, restauró la Inquisición, ejecutó a todos los liberales que le plantaron cara y se apoyó en los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército francés (valiente ironía) para poner orden y sembrar el terror. Su gobierno fue catastrófico. Un regreso a la prehistoria. Lo más terrible es que en la España actual todavía hay gente que grita aquello de “Vivan las cadenas”.

   Tanto 1707 como Jaque al Emperador tienen como punto de partida dos conflictos y la corona siempre ¿en jaque?

«En efecto. En 1707 el problema se plantea con la muerte de Carlos II, el último de los Austrias, que falleció el 1 de noviembre de 1700 sin descendencia. Este hecho desencadena la guerra por el poder. Austrias contra Borbones. En Jaque al emperador asistimos a la invasión napoleónica durante los últimos años de Carlos IV y el ministerio de Manuel Godoy. Si bien observamos, en ambas guerras tenemos a los franceses en territorio español, matando, violando, saqueando y destruyendo nuestro país. La corona siempre en jaque. En 1707 nos jugábamos tener un rey de la casa Habsburgo o un rey borbónico. En Jaque al emperador nos jugábamos tener un rey francés (José Bonaparte) o un rey francés (Fernando VII). No olvidemos que Fernando VII es borbón y, por tanto, de origen galo. Como se ve, España es un país realmente pintoresco. Noble, valiente y leal. Pero pintoresco. No hay duda.»

Sobre el autor

R. Barat es un escritor dotado de una gran vitalidad creadora. Cultiva todos los géneros literarios, para público infantil, juvenil o adulto, y en todos ellos ha cosechado importantes premios y reconocimientos. De su obra en prosa cabe destacar las novelas Infierno de neón (Premio Internacional Ciudad de Salamanca), Deja en paz a los muertos (Premio Hache), La sepultura 142, Llueve sobre mi lápida, La noche de las gárgolas, Clara en la oscuridad y 1707, en la J. R. Barat se adentra en el apasionante mundo de la novela histórica. Como poeta ha publicado, entre otros libros, Como todos ustedes (Premio Internacional Ciudad de Torrevieja), Breve discurso sobre la infelicidad (Premio Internacional Leonor de Soria), Piedra Primaria (Premio Internacional Ateneo Jovellanos de Gijón), Malas compañías (Premio Nacional Blas de Otero) o Poesía para gorriones. Entre sus obras dramáticas destacaremos Anfitrión y el otro, El reino de los mil pájaros o Una de indios (Premio Nacional Ciudad de Lorca).

¡¡Disfruten de la lectura!!

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