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Isabel Barceló: “es necesaria una mirada de género para tener una visión más justa de la Historia”

Entrevistamos a la escritora Isabel Barceló (Sax, Alicante, 1950) por su obra Mujeres de Roma (Editorial Sargantana), galardonada con el Premio Crítica Valenciana 2019 en la modalidad de Ensayo, en la que desvela cuarenta y cuatro historias de mujeres que para la gran mayoría yacían en el olvido. A través de este paseo literario por la ciudad eterna, Barceló, de una forma magistral, traza un alegato en defensa de la mujer y de Roma.

¿Cómo nace Mujeres de Roma?

   «Nace de un amor muy intenso por la ciudad de Roma y de un sentimiento  —no menos profundo— de injusticia al constatar que en esa ciudad de memoria extraordinaria, en la que confluyen a diario miles de visitantes, poco o nada recuerda a una mujer. Sin entrar en las causas, diré que los espacios emblemáticos y los monumentos de la ciudad eterna remiten invariablemente a generales, emperadores, papas, cardenales, pintores, arquitectos… Eso significa que los visitantes se llevan la errónea impresión de que las mujeres fueron ajenas al devenir de esa ciudad y de la civilización de la que fue crisol. Una visión del pasado no solo parcial e incompleta, sino también empobrecedora. Tiene además, como consecuencia negativa, la perpetuación del olvido y de la minusvaloración del papel social de las mujeres.»

Mujeres de Roma abarca desde la antigüedad hasta el siglo XIX. ¿Por qué decidió estructurarlo en diferentes períodos históricos?

    «Mi propósito al escribir este libro no era tratar de la situación de las mujeres en general, de su vida cotidiana, de sus limitaciones jurídicas o políticas, de lo que les estaba o no permitido hacer en cada época. Por el contrario, quería procurar a los lectores una aproximación al universo femenino que fuera intensa, subjetiva, humanizada y, desde esa perspectiva, me resultaba más apasionante narrar lo que algunas mujeres concretas hicieron, con permiso o sin él. Y me parecía importante abarcar, hasta donde me fuera posible, toda la historia de la ciudad eterna —los casi tres mil años de eternidad que le conocemos— a fin de dejar constancia de la presencia femenina a lo largo de los siglos. Quería demostrar que en cualquier lugar de Roma, y de cualquier época, se puede hablar de una mujer. Un objetivo muy ambicioso y complejo que, al menos, me ha permitido dar a conocer al gran público un número considerable de mujeres. Sus experiencias tienen valor universal y trascienden a sus personas y a sus épocas, de ahí que nos siga interesando conocerlas.

Por lo demás, he huido de un planteamiento cronológico a fin de ofrecer una visión del pasado más integrada y global, más dinámica y menos encorsetada.»

A lo largo de la obra, Roma también es un personaje más. ¿Cómo establece ese vínculo entre Roma y las mujeres que la habitaron?

«Roma fue, desde sus inicios, una ciudad con una fuerte conciencia de sí y una voluntad potentísima de memoria. Caminar por sus calles era como deambular por una especie de museo al aire libre que remitía a su propia historia. Los hechos de las mujeres de la antigüedad quedaron fijados en la memoria colectiva a través de la institución de fiestas, de la erección de templos o estatuas, o de ciertos ritos, como los del matrimonio. Gran parte de ese legado ha desaparecido y, con él, aquella memoria popular. Roma constituye no solo el común escenario vital de las mujeres de las que trata el libro, sino un ente vivo, en constante  transformación socio-política, económica, religiosa, urbanística, etc, y sus propios avatares influyeron en lo que aconteció a las mujeres.

Para rescatar a estas del olvido me parecía necesario volver a conectarlas con la piel de la ciudad, ubicarlas en el paisaje urbano, impregnar de presencia femenina los lugares emblemáticos. Así pues, he buscado en la Roma actual los lugares relacionados con cuarenta y cuatro mujeres de diversas épocas y estatus social, bien porque allí hubiera estado su casa, o su sepultura, o porque hubieran vivido en ellos un acontecimiento significativo. Damas como Agripina, madre de Nerón, nuestra Lucrecia Borgia, la pintora barroca Artemisia Gentileschi, la tabernera Faustina, que sedujo al poeta Goethe, o santa Francesca Romana, la patrona de Roma, entre otras, reaparecen así en el escenario de Roma. A lo largo de un paseo por sus calles y monumentos, acompañamos a cada una de ellas en un momento crítico de su vida y, en torno a él, reconstruyo sus sentimientos, sus pensamientos y sus motivaciones de acuerdo con lo que sabemos de sus vidas y de su época. Evocar a esas mujeres en los lugares pertinentes otorga a estos un significado especial, emocionante, y contribuye a fijar el recuerdo de aquellas.»

«Sin duda, es necesaria una mirada de género para tener una visión más equilibrada, veraz y justa de la Historia.»

 Las mujeres siempre hemos sido fundamentales en cualquier época, aunque la historia velase su importancia. ¿Qué papel jugaron las mujeres romanas?

«Las matronas romanas, es decir, las mujeres casadas, gozaron desde el principio de un extraordinario prestigio. En los tiempos arcaicos, al menos en cinco ocasiones salvaron Roma del desastre. Utilizaron sus propias armas, que no son las de la guerra, y se afirmaron como grandes mediadoras para la paz. Su compromiso personal y político con la ciudad fue muy intenso y lo demostraron en numerosas circunstancias. Aquellas que quisieron participar de manera activa en política salieron malparadas, pero pusieron en evidencia que los asuntos públicos no eran en absoluto ajenos al interés femenino. Era proverbial la influencia que las mujeres ejercían en cuestiones políticas importantes a través de los varones de su familia.

Por lo demás, ellas sostenían la vida, la familia, la economía doméstica, la educación de la prole, los cultos y las costumbres ancestrales, incluso en situaciones de grave peligro y zozobra dieron soporte económico a las arcas públicas. Las más humildes ejercieron toda clase de oficios y de actividades productivas y las más ricas administraban sus propios negocios y, a partir de cierto momento, promovieron grandes obras en la ciudad. Eran hijas de Minerva, diosa de las artes, de la inteligencia y de la estrategia guerrera.»

 Mujeres de Roma, ¿es mucho más que una novela de historia?

  «En los últimos años se viene observando, en la literatura, una cierta tendencia a la transversalidad, a salirse de los límites que imponen los géneros tradicionales y crear obras híbridas. Creo que este libro se situaría ahí: está muy documentado y tiene valor ensayístico divulgativo pero, al mismo tiempo, y en la medida en que recrea los sentimientos y las emociones de sus protagonistas, penetra en un territorio más creativo y literario que nos permite estar muy cerca de ellas, amarlas, vibrar a su lado, sentir, indignarnos, comprender, comprenderlas; puede ser utilizado como guía histórica de la ciudad de Roma al tiempo que recoge mis propias reflexiones y una visión muy personal de esa ciudad y de sus extraordinarias mujeres. Mis lectores descubren una Roma distinta de los estereotipos que conocemos, más próxima y humana.»

¿Qué herencia nos ha llegado de aquella sociedad romana y sus mujeres?

  «Nuestra cultura, y la cultura occidental en general, están muy impregnadas de la civilización romana, más allá de que por nuestro suelo hayan pasado a lo largo de los siglos pueblos diversos, también influidos por “lo romano”. España —la antigua Hispania— estuvo fuertemente romanizada. Las romanas hispanas seguían el ejemplo de las grandes matronas de la urbe, que constituían los modelos, positivos o negativos, del comportamiento de una mujer. En sus diversos niveles sociales y económicos, fueron emprendedoras, benefactoras públicas, mujeres muy potentes y activas, reconocidas por la sociedad de su época. Es difícil señalar aspectos concretos que hayamos heredado de ellas, pero me atrevo a decir que nos identificaríamos bastante con su sentido del deber, con el papel de mediadoras en los conflictos, con su sentido práctico, su compromiso político y social, su fortaleza e, incluso, con el heroísmo que tantas españolas han demostrado en las contiendas libradas en nuestro suelo en el pasado. Según algunos expertos, lo que en nosotros queda de la alegría de vivir, se lo debemos a los romanos. Por otra parte, al igual que ellas, nacemos inmersas en una estructura patriarcal que nos impone límites, contra los cuales luchamos constantemente las mujeres actuales. De entonces a ahora hemos avanzado mucho y creo que, si pudieran vernos y asimilar los cambios, se sentirían tan orgullosas de nosotras como nosotras de ellas.»

 La Historia, siempre escrita por hombres, ¿necesita incorporar la mirada de género?

 «Sin duda, es necesaria una mirada de género para tener una visión más equilibrada, veraz y justa de la Historia. Desde hace años, muchas investigadoras de diversos campos del saber trabajan en esa línea y realizan una labor valiosísima y admirable. También hace falta que el conjunto de la sociedad examine con objetividad el valor social de la aportación femenina. ¿Es más valioso salvar la ciudad masacrando y esclavizando a los enemigos que conseguir un tratado de paz sin esgrimir las armas, como consiguió la noble Veturia? Muchas películas, series, novelas, e incluso libros de Historia, con harta frecuencia privilegian y exaltan los valores de la guerra y de la violencia, como si realmente matar al otro fuera más importante que dar y conservar la vida. En el siglo V a.C., un grupo de matronas romanas, al presenciar el asesinato de la joven Virginia, preguntaban a gritos a los hombres «si es que parían a sus hijos para que ellos los matasen». No es una pregunta banal, sino crucial.

Aunque, por desgracia, nadie pronuncie hoy frases semejantes, a poco que reflexionemos nos daremos cuenta de que esa pregunta sigue teniendo vigencia en la mayor parte del mundo. Las mujeres del pasado nos pueden enseñar mucho si queremos aprender.»

* Entrevista realizada por Arantxa Carceller

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