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¿A qué se dedica un editor?

Por Yolanda Barambio

En el mundo de las palabras, las mejores aliadas y el peor de los venenos cuando se equivoca su uso, nos encontramos con una gran paradoja. Un solo nombre, editor, puede denominar a más profesiones de las que debería.

En la actualidad, la edición ha evolucionado hasta situarse en el centro de internet. Cualquiera puede escribir un libro y publicarlo. Para ello puede hacerlo por sus propios medios o tener un editor que, en muchos casos, nada tiene que ver con la definición tradicional de esta palabra.

Es editor un profesional que se encarga de la línea ideológica, social y política de un periódico; también lo es aquella persona que imprime libros y los distribuye. A veces, este nombre también describe a aquellos que maquetan o diseñan un libro. Y entre estas profesiones, nos encontramos con que la acepción más antigua y necesaria de todas, en la actualidad, es la más desconocida.

Potenciar libros

Un editor, también, es aquel que analiza una obra y consigue junto con el autor que mejore hasta su máxima potencia. Trabajando en ella durante meses para que sus personajes tengan el perfil que requiere la historia que se quiere contar y para que esta fluya en un equilibrio justo entre tramas principales y secundarias.

Hace solo unas cuantas décadas era impensable que una obra saliese al mercado si no había pasado, al menos, por las manos de un editor de estas características. Una premisa necesaria, puesto que por muy virtuoso que sea el autor requiere de unos ojos expertos para darle a su obra ese toque definitivo y oportuno que la haga especial.

Una figura necesaria que en la actualidad necesita reivindicarse porque se está perdiendo. Existen pocos profesionales que se dediquen a ello porque el mercado los ha arrinconado. Las grandes editoriales cuentan con plantillas, no siempre fijas, en las que se incluye a este tipo de profesionales. Evidentemente, nadie puede pensar que las primeras figuras de la escritura puedan prescindir de un editor que les asesore. Pero al margen de los gigantes, es una profesión arriesgada y tan poco valorada que la inmensa mayoría de las personas a las que les gusta escribir desconocen su existencia.

En un mundo inmediato, se hace penoso tener que pasar por un proceso que puede durar muchos meses. Los autores quieren ver más pronto que tarde su nombre impreso en una portada y pocas veces se paran a reflexionar acerca de lo que quieren conseguir con ello. Sobre todo, porque no pueden pensar en lo que no conocen.

Proceso de edición de un libro

Para abrir un poco de luz entre esta maraña de urgencias, vamos a ver cómo es el proceso de edición de un libro.

Todo comienza con la recepción del ejemplar. El editor solo necesita leer un par de capítulos para saber qué puede conseguir con esa obra y cómo escribe su autor. En algunas ocasiones, atisba además cómo ha sido el proceso creativo y si se ha adaptado a las necesidades de la obra que se quiere publicar. Con toda esa información comienza el proceso de edición.

El primer paso, hablar con el autor. Saber qué quiere transmitir con esa obra, cómo ha sido el proceso de escritura y qué quiere conseguir con ella. Esta información es fundamental como brújula. En ella se basará el editor para potenciar la obra.

Después, es importantísimo centrarse en la estructura del libro. ¿Cumple con la función de contar la historia que tiene en la cabeza el autor? Si no es así, es necesario variarla hasta que se ajuste a esta necesidad. Un libro está formado por un número indeterminado de elementos: personajes, escenas, tramas, tono, estilo, tiempo, hilo conductor, diálogos, narración, narradores… y un largo etcétera. Todos deben formar parte de un engranaje perfecto destinado a enamorar al lector. En ese proceso de enamoramiento la estructura es determinante.

Con un buen cimiento se acomete el inicio. ¿Es el adecuado? ¿Posee la capacidad evocadora necesaria para hacer que cualquier lector quiera seguir leyendo? ¿Es el lugar en el que quiere vivir? El inicio de un libro debe ser un pistoletazo de salida. Un resorte que provoque el movimiento instintivo de pasar la página y continuar con la lectura. No importa el género del que estemos hablando. Ese es el inicio que debe buscar y encontrar el editor. Generalmente, el autor ya lo ha encontrado, si sabe lo que hace, pero siempre se puede mejorar. Para eso está el editor.

El siguiente paso es ir valorando capítulo a capítulo, midiendo la acción de cada uno de ellos, comprobando que los personajes crecen o se apagan en función de las necesidades, haciendo que vivan, sientan y hagan sentir al lector. Conseguir que no quiera salir de la lectura, que ni siquiera se lo plantee y no piense en nada más.

Leer un buen libro es un trance maravilloso, casi mágico. Escribirlo es crearle un problema inmenso al lector. Nada será demasiado importante cuando esté dentro de su trama, siempre querrá regresar a ella y sentirá un duelo cuando termine. Ese es un gran libro y se consigue teniendo un editor al lado.

Usted busque un editor, nosotros imprimimos 

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